jueves, 10 de septiembre de 2015

Todos iguales

Ya no es fácil reconocer quién escribe, nos estamos pareciendo a nuestros monstruos, somos todos iguales. Nos cocina la misma sopa y nadamos en ella, nos solazamos en la tibieza de la copia inconsciente. Es aterrador. No quiero ser igual a nadie. Ya ni siquiera quiero ser igual a mí misma. La dictadura es la consigna, el lenguaje, la maldad y la máscara de humanidad, la dictadura es el chiste y la bondad, la madriguera, el escenario, la moral, la ley, la mentira. La dictadura es la solución que jamás es solución, es la píldora que tragamos porque nos sentimos enfermos de dictadura, es la vida que se nos fue. La dictadura es la obediencia. La dictadura es aquello que ya ni siquiera se llama dictadura. Nuestro cerebros ya no son nuestros cerebros. No me gustan las masas, no me gustan los monstruos, no me gustan los abismos, ni las montañas de ciudades malditas. No me gustan los poemas contaminados. No quiero nostalgias marchitas. No quiero contribuir al infierno de algodón, ni quiero seguir plantando árboles estériles en páginas manchadas. No quiero ser buena, no quiero ser mala, no quiero ser fácil, no quiero gritar lo que ustedes gritan, ni llorar lo que ustedes lloran, ni defender lo que ustedes defienden, yo no les creo, no quiero ser como ustedes.

No hay comentarios.: