martes, 25 de febrero de 2014

Alba

Esta mañana el alba me recibe con una foto de una mujer soldado golpeando ferozmente a una mujer en el asfalto. No digo nada, todo calla, no tengo con quién hablar, salvo con el mar. Ya no reconozco de qué están hechas mis lágrimas. Si tuviera que hablar de su composición diría que la ira es la sal que las condimenta. Una especie de receta extraña que ha dejado a la tristeza atrás. La tristeza se quedó en los poemas que no escribo, en las palabras que no pronuncio, en los ojos que miro en las fotos de las agresiones, de las protestas, en el espejo que me refleja cuando me atrevo a mirar.
En el centro de todo hoy está aquella mujer. Un despojo. Y la otra en el piso. Los golpes. Y todos nosotros en este vórtice.

No tengo conclusiones, las conclusiones nunca forman parte de las tormentas.
Pero si tengo deseos.
Ver las rodillas de los malvados en el piso, clamando por un perdón que nunca llegará.

lunes, 24 de febrero de 2014

Roma

Ayer estuvimos en la Plaza San Pedro, porque allí fuimos convocados a manifestar. Había una bandera inmensa, las estrellas estaban perdiendo sus puntos de costura y parecían aquellos pájaros blancos de los que hablé hace días. Parecía que quisieran emprender un vuelo libre. Llegamos a la plaza por uno de sus lados y lo primero que pude ver de ella fueron las colosales columnas de Bernini, metáfora de fortaleza, y luego, más allá las gorras tricolores y el himno. Nos pidieron que no cantáramos, que no gritáramos consignas porque seríamos expulsados de la plaza. Sentí la mordaza, la injusticia, pero me adecué, está bien, no importa, no es la primera mordaza, sigue Cinzia, sigue...tú sabes de eso, ten paciencia. Luego Bergoglio se asomó a su balcón. Se veía tan pequeño, fue pequeño. "Un saludo a los venezolanos" fue todo lo que dijo. Sí gritamos, todos. Libertad libertad libertad, Justicia justicia justicia, Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó...el pontífice se fue, se cerraron las cortinas. Supe que lo que hagamos tendremos que hacerlo nosotros. En la tarde insistí en ver el Moisés de Miguelangel, en la iglesia silenciosa donde se encuentra. Fui y lo encontré serio como siempre, fuerte, con el ceño fruncido, con su cara de lado, desafiante, perfecto, anciano, magnífico. Le hablé y le dije cosas como se le reza a una estatua querida. Encendí unas velas. Adiós. Autobús de regreso. Y seguir.

martes, 11 de febrero de 2014

Música y dignidad

Aquí hay niebla y duelen las rodillas. El mar amaneció bravío, choca contra las rocas colocadas por los hombres. Se rebela. Yo sé que el mar podría arrollarnos, sé que la naturaleza es violenta y dulce. Sé que somos naturaleza. Estoy lejos y pienso en los jóvenes, con sus manos vacías, a lo sumo piedras. Ellos, los muchachos. Se enciende dentro de mí el sentimiento heroico. Somos fuego. Escucho a Alessandro Scarlatti y recuerdo a Nietzsche cuando nos dice que sin música no seríamos nada. Tiene razón el filósofo, siempre la tiene. La música de Scarlatti me dice, en su belleza, que no habrá jamás esclavitud que pueda robarnos la música de ser dignos, humanos, hermosos. Quisiera acariciar los rostros de esos jóvenes con esta música. Los acaricio.

domingo, 2 de febrero de 2014

No todo estrago es amargo

No todo estrago es amargo

Luego están los estragos dulces
Las cosas que quedan de mil abandonos
Te miras y ves

Hay un abrazo en los brazos caídos
Es como hablar en silencio
Es como el frío orgulloso

Sigues viendo recto
A pesar del encono de los párpados

No te confunde la niebla
Ni las rodillas doloridas
Vas
Como quien sufre tranquilo
Como quien no explica
Como quien hace poesía