miércoles, 24 de enero de 2007

La Casa Vecchia



A Edgardo:

Despegando esta imagen de mi.
Viéndola.
Saboreando en mi boca toda la nieve que hay en ella.
Imaginando la chimenea, adentro, eternamente encendida, segura,
mi abuela, cocinando papas en las brasas, abrigándome.
Sorda, nunca necesita oír lo que pido, siempre lo adivina.
Mi abuelo, enorme, su sombrero, el bastón, las manos que tiemblan comiendo higos secos con nueces, el eterno vaso de vino...el vino de sus uvas, su vino...
Contando historias, los fantasmas, las brujas, los duendes...lo mágico.
Mi padre, joven, mojado, con la nieve en las botas, un fusil en un hombro y un grupo de perdices en el otro, muertas para ser devoradas.
Mi padre, feliz, su bellísima sonrisa.
El árbol afuera, centenario, lo aguanta todo, los inviernos, los calores inclementes del verano. Todo menos la muerte de mi abuelo...murió con el.
Ahora en su lugar plantamos otro, a ver como crece, a ver si es fiel.
Hace frío, mucho frío...eso dicen.
Aquí no se siente, aquí estamos nosotros.


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