viernes, 11 de diciembre de 2015

Los monstruos no pactan


Muchos venezolanos decidieron pactar con los monstruos, adaptarse a los monstruos, seguir las normas de los monstruos. En su viveza corta han optado por oscilar entre hacerse los que no saben y aprovechar de lo que pueden. Yo les diré aquí algo de lo que me di cuenta hace mucho. Con los monstruos no se pacta, pero no por cuestiones morales, sino porque los monstruos no pactan con uno, no pactan con nadie. Yo sé que duele, yo sé también que es horrible, yo sé que pareciera preferible cerrar los ojos y continuar a ver qué tal, quizás un milagro, quizás un genio, quizás quién sabe qué, pero no. No funcionan así las cosas. Todos los que se comprometen con los monstruos y creen que así les ganarán se equivocan, todos los que se creen más vivos que los monstruos se equivocan también. Los monstruos son implacables. Esto que nos está sucediendo supera la política, lamentablemente. Aquí se trata de una lucha a muerte donde nos han sumido unas personas altamente perversas que no se detendrán hasta vernos aniquilados o ser vencidos. Y no me vengan a decir que no tengo derecho a hablar porque me fui, que antes de irme me enfrenté desde 2002 cara a cara con los círculos bolivarianos, la Disip y demás fieras y luego de 11 años de inútiles vejaciones de todo tipo encaré, en medio de los cánticos de "patria querida" de un dictador cadáver, a los bestias motorizados de Jorge Rodríguez quién se agazapó en su casa con sus esbirros, el muy cobarde, esa noche que salimos a  defender la enésima elección que ganamos y que nadie defendió, justamente por los pactos de los que hablé arriba. Y debo además sentirme "afortunada" si me comparo con personas como Franklin Brito o Marvinia Jiménez, por sólo nombrar a dos de los millones de personas que pueblan esta tragedia colectiva. Me fui porque el chavismo nos destruyó la vida a todos y en todos los aspectos y me di cuenta de que si no me iba muy probablemente moriría y no habría valido la pena. Eso a veces siento de Venezuela, que nada vale la pena.

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