Francesco Clemente - The ship of time (2006)
Debería uno agradecer que algunas personas se hayan tomado la molestia y hayan tenido el amor de pensar para nosotros o hacer poesía.
No sé si pensar y hacer poesía sean la misma cosa, aún no he llegado a esa conclusión y realmente poco importa a los efectos de lo que me interesa exponer. Cuando hablo de esas personas que han hecho el trabajo arduo para nosotros y además lo han hecho con pasión, hablo de poetas y filósofos. Algunos. En este caso estoy pensando en Pavese y en Heidegger. Aclaro que no hay ninguna conexión objetiva entre los dos y si la hay no la conozco porque no la he estudiado, pero sí puedo hablar de una conexión subjetiva, una que mueve los cimientos de Cinzia.
Siento fascinación por los dos procesos creativos, es decir el filosofar y el poetizar. Son procesos que se entremezclan y a la vez son distintos en su origen, objetivo y vivencia. El poeta, en este caso Pavese, me habló acerca de vidas, que construyen recuerdos, que construyen esperanzas, que construyen destinos. He imaginado a Pavese escribiendo esas cosas enormes y lo imagino en su escritorio de Turín recibiendo una iluminación. Eso pasa a los poetas, reciben ideas ya hechas o de sus cerebros o de algún númen y simplemente las vierten. Cuando soy poeta no pregunto nada, sólo contesto. Luego está Heidegger y los cuadernos negros, ese es un tema que me ha interesado mucho en los últimos meses, dado que al parecer en los cuadernos Heidegger dice cosas abominables acerca de temas muy espinosos. También me imaginé a Heidegger en su escritorio, pero en una actitud completamente distinta a la de Pavese, tal vez menos apesumbrado, tal vez más frío. Eso es hacer filosofía, preguntarse cosas a sí mismos y esperar a que el cerebro elabore las respuestas.
De la frase de Pavese un mundo entero de tratados filosóficos podrían salir, miles de libros que Pavese nunca escribió. De los cuadernos de Heidegger explicaciones que el mundo quizás aún no pueda o no quiera comprender. Pero, como decía al principio, yo respeto y agradezco estas cosas que nos expanden y cuando me toca leer a estos hombres lo hago como quien se sienta a escuchar a los sabios. Yo no juzgo, voy libre, porque los respeto y sé que tienen mucho más que ofrecerme de lo que quizás yo nunca pueda recibir. Voy tranquila, como quien no ve, pero probablemente verá, como quien no conoce el camino pero probablemente lo conocerá.
A veces veo, a veces conozco. Veo a Pavese, veo a Heidegger y veo a Cinzia, veo belleza. Somos mucho más grandes de lo que imaginamos, de los límites que nos imponemos y estos poetas y filósofos nos permiten vislumbrar esa grandeza, nos dan las herramientas, nos aplanan el camino, la navegación. A nosotros la decisión del movimiento al que nos invitan. Yo siempre la acepto.
No sé si pensar y hacer poesía sean la misma cosa, aún no he llegado a esa conclusión y realmente poco importa a los efectos de lo que me interesa exponer. Cuando hablo de esas personas que han hecho el trabajo arduo para nosotros y además lo han hecho con pasión, hablo de poetas y filósofos. Algunos. En este caso estoy pensando en Pavese y en Heidegger. Aclaro que no hay ninguna conexión objetiva entre los dos y si la hay no la conozco porque no la he estudiado, pero sí puedo hablar de una conexión subjetiva, una que mueve los cimientos de Cinzia.
Siento fascinación por los dos procesos creativos, es decir el filosofar y el poetizar. Son procesos que se entremezclan y a la vez son distintos en su origen, objetivo y vivencia. El poeta, en este caso Pavese, me habló acerca de vidas, que construyen recuerdos, que construyen esperanzas, que construyen destinos. He imaginado a Pavese escribiendo esas cosas enormes y lo imagino en su escritorio de Turín recibiendo una iluminación. Eso pasa a los poetas, reciben ideas ya hechas o de sus cerebros o de algún númen y simplemente las vierten. Cuando soy poeta no pregunto nada, sólo contesto. Luego está Heidegger y los cuadernos negros, ese es un tema que me ha interesado mucho en los últimos meses, dado que al parecer en los cuadernos Heidegger dice cosas abominables acerca de temas muy espinosos. También me imaginé a Heidegger en su escritorio, pero en una actitud completamente distinta a la de Pavese, tal vez menos apesumbrado, tal vez más frío. Eso es hacer filosofía, preguntarse cosas a sí mismos y esperar a que el cerebro elabore las respuestas.
De la frase de Pavese un mundo entero de tratados filosóficos podrían salir, miles de libros que Pavese nunca escribió. De los cuadernos de Heidegger explicaciones que el mundo quizás aún no pueda o no quiera comprender. Pero, como decía al principio, yo respeto y agradezco estas cosas que nos expanden y cuando me toca leer a estos hombres lo hago como quien se sienta a escuchar a los sabios. Yo no juzgo, voy libre, porque los respeto y sé que tienen mucho más que ofrecerme de lo que quizás yo nunca pueda recibir. Voy tranquila, como quien no ve, pero probablemente verá, como quien no conoce el camino pero probablemente lo conocerá.
A veces veo, a veces conozco. Veo a Pavese, veo a Heidegger y veo a Cinzia, veo belleza. Somos mucho más grandes de lo que imaginamos, de los límites que nos imponemos y estos poetas y filósofos nos permiten vislumbrar esa grandeza, nos dan las herramientas, nos aplanan el camino, la navegación. A nosotros la decisión del movimiento al que nos invitan. Yo siempre la acepto.
1 comentario:
Il tempo passa, Bacca. Ci sono i monti, non c’è più Euridice. Queste cose hanno un nome, e si chiamano uomo.
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