sábado, 1 de marzo de 2014

Flashes

I
Me llamas ¿cómo estás? Me dices que te duelen las rodillas, yo lo sé y quiero preguntarte si hay comida, quiero que sepas lo mucho que te quiero y llega toda la angustia que me hincha la lengua, la sangre que me palpita en la cabeza y entonces callo y no pregunto, te dejo hablar. Menos mal que te fuiste, hija, menos mal que justo a tiempo, que si no te hubieses ido imagínate mi angustia sabiéndote allá en la Florida, sola con la niña. Sigo callando. No le digo mi angustia por sus años, porque ella sí está allá, mi madre, los míos están allá, yo estoy allá.

II
Me escribes, siempre me escribes tranquilo, qué cocinaste, vi la foto del mar, cómo están las cosas, todo bien, yo aquí fui al mercado, pero tengo que volver a ir, a otro. Te digo que oí que sobrevuelan los aviones, no contestas, descarga Google Drive, me dices, es una nube que tiene Google para almacenar archivos. Una nube. Luego vendrá el suspiro. Ese que es tan difícil de escribir en el chat.

III
Tú también me escribes, mis amigos me escriben y yo los quiero tanto, tú me dices que no quieres odiar, que estás haciendo un esfuerzo para no odiar. Te entiendo, te digo, yo no odio tampoco, pero es que me cansé de la maldad. Hay que tener cuidado con las sirenas malvadas, con sus cantos, quedamos de acuerdo en eso. Callamos, sabemos que estamos cerca.

IV
Salgo a comprar comida y la dueña del abasto de aquí me cuenta todos sus problemas mientras me rebana la mortadela y me despacha el pan. Habla habla habla habla. No deja hablar. Así son los que sufren en su ombligo. No dejan hablar. No importa, igual ni sé qué decirle, ella no sabe qué es Venezuela.

V
Peleo con comunistas, les escribo por Facebook, tengo mi propia cruzada. Soy pequeña, así me siento, pero es que me duele. Es que estoy llorando. No se le puede faltar el respeto a tanto muerto y tanta lágrima.

VI
Hice un video para decir lo que sentía y sólo se me ocurrió leer un poema de Hölderlin. Los poetas gigantes siempre dijeron las cosas mejor que yo. Luego no lo pude cargar en ninguna parte, pesa mucho. La poesía pesa.

VII
Leí que la dictadura armó una cárcel de lata, una cárcel portátil y que en la noche los vecinos oyeron los gritos de los jóvenes presos. Creo que esto que me arde por dentro se llama sed de venganza. Estoy furibunda.

VII
No puedo olvidar a Marvinia. La mujer golpeada por otra mujer. Los golpes no se olvidan nunca. Cinzia no olvida.





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