La casa se despierta pensando en Ennio Flaiano y René Char.
El tiempo ignorante que fue y sobrevive los obligó a mentir al primero y guerrear al segundo.
No olvido como Flaiano se protegió a sí mismo diciendo que era un mediocre y le creyeron. La especialidad de los cobardes es creer en las mentiras.
No olvido como Char le escribía a Celan.
Yo también recibo cartas.
Archivos luminosos.
Aquí no es París, aquí no está el Sena.
El Tíber sí.
Y el Adriático y un tronco de un árbol gigantesco en la orilla. Parece la escultura de un titán y si apoyas tu mano en él sus algas te tatuarán un mapa.
Esas cosas.
Esas cosas despiertan a esta casa.
Hay más, claro, pero la libertad también está en callar para que los sordos pasten tranquilos.
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