lunes, 20 de mayo de 2013

Salvación


La vi, estaba flotando en el agua, boca arriba. Bellísima, blanquísima. Pensé, titubeé y luego la tomé por una de sus alas y la saqué. Ella, que parecía moribunda, inmediatamente caminó y caminó por mi mano, hasta secarse, la apoyé en la ventana. Voló. Nunca había tocado las alas de una pequeña mariposa, son tan tan suaves, tan frágiles. Era tan bella. Le acabo de salvar la vida a una mariposa.