lunes, 2 de mayo de 2016

Es tan obvia la naturaleza


La lengua huérfana de Daniel
vaga buscando sabores perdidos.
¿Por qué haces eso, Daniel?
Si no lo hago moriré.

Cristal
sentada en su pupitre irlandés
espera que alguien hable,
pero Venezuela siempre se borra,
no existe,
salvo para nosotros.

Por varias horas
ayer nos quedamos
sin tiempo.

En la plaza seca de libros anegados
los impunes se rebautizan
y aún nombran a Dios.
Gracias a Dios.

En el comedor de mi casa
(¿mi casa?)
gritos e índices levantados.
No hay esperanza
sí hay esperanza
no hay esperanza
sí hay esperanza.

El hombre que ama
ama y mira el techo
ama de nuevo
y mira la montaña
ama de nuevo
y se sumerge en su libro.

La joven silenciosa
piensa
que pierde los mejores años de su vida
mientras mastica un francés impronunciable.
Odia el francés.

En la isla Palmaria
alguien quiere escapar de los burócratas.
Díganme dónde ir, clama, pero que no sea Venezuela.

Los ancianos escritores
con sus frases cortas
buscan cerebros dormidos.
Sí tuvimos historia, dicen.
Éramos otros, dicen.

¿Cómo soportas tanta belleza?
Mientras millones
de rosas obedientes explotan.

Adieu.




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