jueves, 26 de mayo de 2016

Pesca

Estamos en el muelle. Hay niños pescando de manera simple, con un hilo rudimentario, el anzuelo y gusanos. Intento no ver. Atardece. No me gusta pescar por juego. No tiene nada que me guste. Me dices que no me preocupe, que solo nos vamos a divertir, los vamos a sacar del agua, ver como se retuercen en el cemento y luego adentro otra vez. Eso te dijeron ellos.
Asiento con un gesto. Me resigno, hoy no voy a decidir, no voy a ir contra la corriente.
Me quedo. Empiezan a salir del agua, confusos, dolientes. Los niños ríen. Tu te ríes también, al principio, ya que todos ríen piensas que tu también debes reír.
Pero luego, parece que ya no hay tanta risa y te pones seria.
"Ellos no respiran aquí, mama?"
Corres hacia tus amiguitos.
"Vamos... vamos a tirarlos al agua de nuevo. Por favor".
Te miran como si fueras tonta. Son muchos los niños, muchos los peces. Tomas dos con tus manos, tratan de escapar, los aferras y lanzándolos vuelan y caen con gracia en su mundo. Libres.
Vuelves a mi y te sientas a mi lado a ver el sol.

II
Te digo que esa es la calle que mas amo en el mundo, al lado del mar, bordeándolo.
Entramos al sitio, pocas mesas, todo abierto. La orilla. Traen nuestros pescados. Comemos con las manos. Hay dos hombres en la playa, muy cerca de nosotros. Van a pescar para comer, seguro están allí desde el amanecer.
Lanzan los anzuelos con habilidad, esperamos a ver que pasa. Algo inmenso salta. Un enorme pez plateado. Tus ojos se vuelven grandes. Siempre se ponen así cuando ves algo que te fascina.
"Mama puedo ir?"
Te digo que si y saltas el muro, corres.
El pez está luchando y en la lucha comienza una danza nunca imaginada. Nos hipnotiza. Es hermosísimo. Lo logra, se escapa. Los pescadores maldicen. Nos reímos con gusto. Pasan los minutos y la escena se repite. Otro pez, otra danza. Sin escapatoria, esta vez. Todo sigue por varios minutos. Uno de los hombres debe entrar al mar y abrazar al pez. Siento que es una lucha digna. Está bien.
El trofeo sale del mar, cansado, casi no se debate.
El sol de nuevo en su sitio. Pegado al horizonte.
Llena de arena, vuelves, a terminar lo que quedaba en tu plato.
Nos quedamos en silencio, con nuestras sonrisas.

martes, 24 de mayo de 2016

Inmigrantes

Estoy haciendo el Ramadán, me dice, mientras se estaciona en la sombra de mi paraguas. Lleva en las manos muchos collares de piedras de colores. Luce cansado. Estoy haciendo el Ramadán, no puedo beber ni agua desde el amanecer hasta el atardecer. Lo miro, le sonrío, le pregunto de dónde viene. Me dice que de Bangladesh. También sonríe despacio. Estamos tranquilos.  Yo no le digo que tampoco soy de aquí, que también vengo de mil guerras, no me creería, nadie le cree la tristeza a mi sonrisa. Tiene los ojos verdes. Son unos ojos lago. No tengo hambre dice, lo único que me importa es que haya trabajo. Le digo que lo entiendo. Bueno, voy a proseguir, me dice. Le digo que Dios lo bendiga. Sonríe lento de nuevo y parte. Va dejando huellas en la arena con los collares que destellan sol. Somos comunión. Él va, yo me quedo. Siempre movimiento. Siempre humanidad. Siempre poesía.

jueves, 19 de mayo de 2016

Cálculos

Siempre odié las matemáticas.

Ahora veo que siempre he tenido la razón.

Me ha tocado usarlas para contabilizar la pobreza, para sumarle ceros al dinero que sólo compra hambre.

Restar a una cuenta bancaria que antes fue una casa. Calcular impuestos vampiros en un país de huida, viejo e infecundo.

Ver a seres humanos hacerse ceros a la izquierda en las estadísticas de la muerte.

Para contar los años de la barbarie, uno, dos, tres, cuatro, diecisiete de una juventud que se fue. 

Multiplicar jóvenes en las mazmorras, sumar balas en la cabeza.

Proyectar fechas futuras que son números donde mis ilusiones finalmente dejarán de ser ilusiones para hacerse verdades.

Calcular husos horarios a destiempo.

Contar mis idiomas y no saber cuál usar.

Dibujar cuadrados, triángulos, rectángulos donde finalmente encajar. 

Trazar círculos y caminar dentro de ellos en una sucesión infinita de kilómetros hacia ninguna parte.

Contar árboles, contar flores, contar golondrinas.
Al menos intentar matemáticas poéticas para no morir.

lunes, 2 de mayo de 2016

Es tan obvia la naturaleza


La lengua huérfana de Daniel
vaga buscando sabores perdidos.
¿Por qué haces eso, Daniel?
Si no lo hago moriré.

Cristal
sentada en su pupitre irlandés
espera que alguien hable,
pero Venezuela siempre se borra,
no existe,
salvo para nosotros.

Por varias horas
ayer nos quedamos
sin tiempo.

En la plaza seca de libros anegados
los impunes se rebautizan
y aún nombran a Dios.
Gracias a Dios.

En el comedor de mi casa
(¿mi casa?)
gritos e índices levantados.
No hay esperanza
sí hay esperanza
no hay esperanza
sí hay esperanza.

El hombre que ama
ama y mira el techo
ama de nuevo
y mira la montaña
ama de nuevo
y se sumerge en su libro.

La joven silenciosa
piensa
que pierde los mejores años de su vida
mientras mastica un francés impronunciable.
Odia el francés.

En la isla Palmaria
alguien quiere escapar de los burócratas.
Díganme dónde ir, clama, pero que no sea Venezuela.

Los ancianos escritores
con sus frases cortas
buscan cerebros dormidos.
Sí tuvimos historia, dicen.
Éramos otros, dicen.

¿Cómo soportas tanta belleza?
Mientras millones
de rosas obedientes explotan.

Adieu.