Aquí hay niebla y duelen las rodillas. El mar amaneció bravío, choca contra las rocas colocadas por los hombres. Se rebela. Yo sé que el mar podría arrollarnos, sé que la naturaleza es violenta y dulce. Sé que somos naturaleza. Estoy lejos y pienso en los jóvenes, con sus manos vacías, a lo sumo piedras. Ellos, los muchachos. Se enciende dentro de mí el sentimiento heroico. Somos fuego. Escucho a Alessandro Scarlatti y recuerdo a Nietzsche cuando nos dice que sin música no seríamos nada. Tiene razón el filósofo, siempre la tiene. La música de Scarlatti me dice, en su belleza, que no habrá jamás esclavitud que pueda robarnos la música de ser dignos, humanos, hermosos. Quisiera acariciar los rostros de esos jóvenes con esta música. Los acaricio.
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