Tú escogiste el verano de la tierra fácil,
yo también quise,
pero me vencí.
Estoy en la belleza del frío,
el invierno de los dos.
La paz de un calor que se fue,
o yo me fui,
para que el trópico dejara de asolarme.
Mi tragedia,
(porque no se puede llamar drama
solamente
a esa mano de rapiña que mató la pureza),
se quedó allá,
al resguardo de la tierra muerta.
Nunca te dije lo que pasó,
masqué el dolor,
(todavía me quedan dientes)
el dolor de los dos,
porque tú venias de dolores ancestrales.
Dejé a los bárbaros
y volví.
Y ahora te hablo,
como se habla a los fantasmas
y a los dioses.
Con fe.
Me acompaña este mar tranquilo
y las golondrinas que pronto vendrán.
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