Mi madre no tiene tiempo para caricias, nos saca a todos a empujones de la cama grande donde dormimos, Bianca llora, ella le pega. Bianca llora más. Tiene cinco y es la más débil de todos, mi madre siempre dice que no sobrevivirá.
Nos vestimos rápido, Nino se burla de mis piernas flacas. Tengo muchas ganas de llorar, pero la mano de mi madre me advierte que no conviene, me trago las lágrimas, soy una experta, siempre me duele el cuello cuando lo hago.
Bajamos por la escalera de caracol. Mi abuela ya preparó los huevos con azúcar y vino dulce. Amo desayunarme así aunque no siempre puedo, no siempre las gallinas ponen los huevos suficientes y tengo tres hermanitos más pequeños.
Veo a mi papá, está terminando de recoger sus cosas, se pone en la espalda su acordeón. Mi madre al ver esto le grita, le dice que es un inútil, que el acordeón pesa demasiado, que no podremos con tanta carga, que él siempre ha sido una carga. Otra vez tengo ganas de llorar.
Salimos en fila, Liliana va en brazos de mi madre, quien también tiene que sostener a su enorme barriga y a mi abuela. Elisa, la mayor, acompaña a mi padre detrás de todos, ellos dos siempre andan juntos, como si Elisa fuera varón. Empieza a nevar, primero despacio y luego con más fuerza, me gusta la nieve, no huele a nada. Nosotros siempre olemos, siempre sucios.
Nos dirigimos a la ciudad, al parecer allí hay gente buena que nos espera. Al principio reímos y jugamos, Nino me pega en las piernas con un palo que recogió en el camino, le digo que deje de hacerlo, le pego en el gorro, él es más alto que yo pero igual alcanzo. Vemos a otras familias en procesión. Los hombres se paran a conversar y oigo historias de cañonazos y amigos muertos. Yo sé lo que es morir. Es algo que duele mucho y que te aleja para siempre. He ido a varios funerales, todos se visten de negro y gritan y lloran, rezando. El muerto no participa.
La ciudad queda lejos, encontramos una cueva con mucha gente adentro y mi padre decide parar para comer. Entramos y nos acomodamos como podemos. Me siento cerca de Carmela que trajo su muñeca escondida en su vestido. Jugamos. Mi madre reparte pan, lo horneó ayer, poca harina y mucho de algo que no sé que es pero que cruje debajo de los dientes, también nos da higos secos y nueces. Tengo mucha hambre, devoro mi parte, igual sigo con hambre. De pronto sentimos voces, no entiendo nada de lo que dicen. Los hombres grandes se apuran, hay que envolver a las muchachas en las alfombras para que los soldados no se las lleven y las malogren. Todo es carrera, todo es miedo. Mi padre agarra a Elisa por un brazo y la tumba al suelo, la envuelve lo más pronto que puede y luego se sienta encima de ella y enciende un cigarrillo. Los demás hacen casi lo mismo, logro observar pies que salen de las alfombras, algunas muchachas son muy grandes, Elisa no. Ella está completamente envuelta. Veo la cara de mi madre en la penumbra, está asustada y rabiosa. Los soldados llegan y empiezan a hablar con los hombres. Uno de ellos da vueltas por la cueva, está buscando algo. Es muy grande y tiene que caminar con la espalda doblada. Finalmente se detiene y empieza a reír de buena gana, se agacha aún más y le dice algo a sus compañeros. Toma un tobillo que sobresale y lo hala con fuerza, los hombres que estaban sentados sobre aquella alfombra se ven obligados a levantarse. Todos gritan maldiciones y algunos empiezan a llorar. El soldado levanta a la muchacha, le susurra algo al oído, ella calla, creo que no entiende. Se la llevan. Los soldados tienen ojos de tigre. Conozco a esos animales, una vez mi papá nos llevó al circo, todos estábamos muy contentos y él también. Nos dijo que veríamos cosas fantásticas y que debíamos guardar esas cosas en nuestras mentes para siempre. Que las personas teníamos el más grande tesoro del mundo y se llamaba memoria y que con él podíamos revivir cosas que ya habían sucedido y ser felices siempre como la primera vez. Cuando llegó el momento de los tigres sentí que mi estómago saltaba. Eran la cosa más hermosa que había visto y siquiera imaginado en mi vida. Eran enormes. Por largo rato busqué sus ojos y fue cuando entendí que los tigres no miran como nosotros, ellos ven comiendo. Los soldados tienen ojos de tigre.
Ya se fueron. Todos estamos callados y yo tengo miedo. La madre de la muchacha llora y su esposo trata de consolarla pero sin abrazarla. Me siento cansada.
Mamá dice que hay que seguir, nos ponemos de nuevo en fila y me doy cuenta que la nieve se ha acumulado en el piso, no será fácil caminar así. Nuestros zapatos son viejos y livianos, voy a sentir mucho frío. Empiezo a extrañar mi casa.
Creo que mi abuela se da cuenta de que estoy triste porque se me acerca y me pone su mano en la cabeza, eso siempre me calma, su temblor es como un arrullo para mis cabellos. Me digo que soy fuerte y que debo seguir.
Veo las cosas a mi alrededor, todo se ve muy blanco y los árboles están desnudos. No entiendo cómo cambian tanto del verano al invierno, cómo es que pierden todas sus hojas. Debería ser todo lo contrario, deberían estar más vestidos cuando hace frío. La verdad es que hay muchas cosas que no entiendo. Imagino si yo perdiera mi cabello en invierno, como los árboles sus hojas…me da risa verme calva.
El viaje es muy largo, ya va a anochecer. Tengo mucha hambre de nuevo y mucho frío. Nino no para de fastidiarme, creo que con eso se divierte y tiene menos miedo. Los pies de Liliana se han puesto de un color extraño, morados. Sus labios también.
Bianca se me acerca y pasa su brazo por debajo del mío. Bianca nunca habla pero es mi favorita, sus ojos son redondos y despiertos como los de un conejo y su cabello es muy largo y muy negro. Cuando la veo acercarse y tomarme, me regala una sonrisa. Bianca siempre me sorprende, ríe cuando hay que llorar, llora cuando hay que reír.
Papá y mamá conversan, no oigo lo que dicen, mis orejas están frías y creo que me he quedado un poco sorda, le digo a Bianca que juguemos al juego de las iniciales, asiente contenta. Empezamos con la letra A: almendra, alacrán, araña, animal, alemán…no, no nos divertimos.
Hay luces en el fondo, creo que pronto llegaremos.
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