Siempre me hablaste...
De los velorios y los muertos,
de las gallinas sin cabeza, corriendo,
de la loca que hablaba,
y tu que reías,
de las caminatas descalza,
pequeña,
el pueblo,
las bombas,
la cueva,
la sangre en los pies de tu hermana, la nieve,
escapando
de los soldados que hablaban fuerte, otro idioma, duro.
La confusión.
Nunca te vi,
nunca quise,
demasiada culpa,
demasiada responsabilidad,
demasiada carga,
madre.
Inclinaste tu cabeza
hacia un lado, el otro día,
pequeña, niña.
Finalmente te vi,
será que me vi?
Finalmente cuatro palabras importantes.
Conmigo fue lo mismo, hija,
a mi nadie me dijo,
quise ser distinta,
me crees?
Lo intenté,
Lágrimas...
Arden.
Me acerqué
necesité
sentirte humana,
sentirme parecida,
reconocerme
Estamos empezando,
al fin.
2 comentarios:
Tienes mucha suerte, te lo explico de la única manera en que lo se explicar:
"Tu cuerpo no está
pero te repites en mí de una manera milagrosa;
te reconozco en mis ausencias,
en mis desvaríos, en mi oscuridad.
No estás para que te me reveles,
para que me expliques,
para que llores tus carencias,
Solo tengo una ausencia paradójica
porque me abarcas entera
y me llevas a ti
en cada madre que veo."
Yo tengo la suerte y tu el milagro.
Y mi suerte es la tuya y tu milagro es el mio, como siempre juntas en el recorrido.
Cinzia
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