
Entro a tu biblioteca, quiero ojear nuevamente tus libros, voy decidida hacia el interruptor de la luz, aprieto el botón, no enciende.
Está todo tan oscuro, lanzo una grosería, los libros me esperan, no tengo tiempo que perder, para verlos necesito luz (aunque en un segundo pienso que solo tocando sus lomos, las texturas, los grosores, los reconoceré).
Está todo tan oscuro, lanzo una grosería, los libros me esperan, no tengo tiempo que perder, para verlos necesito luz (aunque en un segundo pienso que solo tocando sus lomos, las texturas, los grosores, los reconoceré).
Me volteo, hay una lamparita, la enciendo y la dirijo hacia donde quiero ver. Todo adquiere una luz peculiar.
Y, en una penumbra solapada...allí están...los ordenas por épocas, por temas, hasta por editoriales.
Veo a Saramago, una fila de Saramagos, juré que no tocaría nunca más a Saramago después de su Lucidez, he cumplido.
Sigo...Cortazar...Rayuela...el libro más dulce de mi vida, un libro de amor. Me enternezco.
Y, en una penumbra solapada...allí están...los ordenas por épocas, por temas, hasta por editoriales.
Veo a Saramago, una fila de Saramagos, juré que no tocaría nunca más a Saramago después de su Lucidez, he cumplido.
Sigo...Cortazar...Rayuela...el libro más dulce de mi vida, un libro de amor. Me enternezco.
Kafka, su Metamorfosis, mucha gente a la que quiero parece haberse puesto de acuerdo para leerlo ahora. Gregorius separa, asusta, aleja.
Niebla de Unamuno, dos ejemplares idénticos uno pegado del otro, me sonrío recordando las vueltas que di por toda Caracas para conseguirlo. Tu compraste dos, por si prestabas uno y no te lo devolvían. Nunca nos devuelven los libros que prestamos, ni los devolvemos, creo que es porque, si nos gustan, pensamos que son nuestros.
Un Ungaretti modesto, incompleto, pero que cumple con su función. Ungaretti no necesita de grandes ediciones, se sostiene solo, con un solo verso, con cualquier poema.
Diccionarios, muchos, gruesos, viejos.
Vargas Llosa, varios, no me gusta, lo sabes.
Platón, el detestado, el que expulsó a los poetas de su República, el que mató a la tragedia e irremediablemente nos sumió a todos en una tragedia aún peor, la de la racionalización del alma.
Continúo y finalmente lo veo, grande, verde, en una edición que siempre quise.
Narciso y Goldmundo, de Hesse.
Hay cosas importantes que se olvidan y que cuando se nos presentan de forma inesperada nos mueven el cuerpo, nos marean.
Lo había olvidado.
Había olvidado a Hesse, como se olvida a un viejo amante, que nos enseña, que nos define y nos pone en el mundo, que nos da nuestro lugar y luego se diluye, pero igual permanece.
Y allí está, mirándome, idéntico (distinto?).
Lo tomo, lo huelo, como la pequeña que fui cuando lo leí. Apago la luz.
Niebla de Unamuno, dos ejemplares idénticos uno pegado del otro, me sonrío recordando las vueltas que di por toda Caracas para conseguirlo. Tu compraste dos, por si prestabas uno y no te lo devolvían. Nunca nos devuelven los libros que prestamos, ni los devolvemos, creo que es porque, si nos gustan, pensamos que son nuestros.
Un Ungaretti modesto, incompleto, pero que cumple con su función. Ungaretti no necesita de grandes ediciones, se sostiene solo, con un solo verso, con cualquier poema.
Diccionarios, muchos, gruesos, viejos.
Vargas Llosa, varios, no me gusta, lo sabes.
Platón, el detestado, el que expulsó a los poetas de su República, el que mató a la tragedia e irremediablemente nos sumió a todos en una tragedia aún peor, la de la racionalización del alma.
Continúo y finalmente lo veo, grande, verde, en una edición que siempre quise.
Narciso y Goldmundo, de Hesse.
Hay cosas importantes que se olvidan y que cuando se nos presentan de forma inesperada nos mueven el cuerpo, nos marean.
Lo había olvidado.
Había olvidado a Hesse, como se olvida a un viejo amante, que nos enseña, que nos define y nos pone en el mundo, que nos da nuestro lugar y luego se diluye, pero igual permanece.
Y allí está, mirándome, idéntico (distinto?).
Lo tomo, lo huelo, como la pequeña que fui cuando lo leí. Apago la luz.