Es primavera, desayuno sola en una cafeteria, observo todo, escribo poemas.
En el sitio donde estaba sentado el señor anciano con la corbata luego se sentó un muchacho completamente tatuado y ahora se sentó un niño. 20 minutos.
Todo cambia.
Se acerca una señora vendiendo manteles, me dice que es de Nigeria, le digo que si quiere café, me dice que no, gracias. Le pregunto sobre su país, se llena de tristeza. Allá están matando gente, me dice. Le digo que en el mío también. Me dice que extraña su tierra le digo que yo no. Me dice que en realidad ella tampoco. Extraña a su gente, dice. Está melancólica. Le pregunto si tiene niños, si sus hijos están aquí con ella, dice que sí. Los ojos enormes sonríen. Creo que los míos también, porque me pregunta también si tengo hijos. Me extiende la mano, me dice su bello nombre.
You made my day, dice.
Se va bajo el sol.
Liviana.
Yo también.