Observo la facilidad con la que se rompe la carne del alma, la naturalidad con la que nos secamos, la pesadez con la que respiramos, todas las palabras cargadas que elaboramos.
Miro sorprendida cicatrices que se devuelven hacia las heridas que fueron sangrando con gustoso espasmo.
Entonces vuelven con su danza necia las preguntas imbéciles sobre lo justo y lo injusto y me aburro.
Lo que haces lo que dices lo que te tragas lo que te importa lo que te gusta lo que te da insomnio toda tu historia tus caminos la angustia de muerte tus baños de mar las soledades adquiridas tus animales muertos los pájaros que se te escaparon los libros que leíste la gente de la que te burlaste a los que maltrataste los conciertos las canciones bonitas las lágrimas que sembraste el desamor que te ofrecieron la burlita constante en tu sonrisa la comida que te tragaste sin masticar los tabacos el amor inmenso los recuerdos inventados los polvos interruptus y los precoces agarra todo eso, (y tus sueños y tus pesadillas y tus anhelos tus razonamientos y tus cobardías) aprétalo bien haz un paquetico te lo metes en el bolsillo y luego camina anda y empieza a vivir.
Llegas a la casa. Preguntas como estoy, que si todo bien, que vienes nerviosa, que todo está como raro, que estás molesta pero contenta pero preocupada pero feliz pero asustada pero que importa, nada importa, que no sabes bien como estás. Te digo que si, que yo sé de eso.
Estamos sentadas en el sofá, tu con tu agua y yo con mi té, nos reímos mucho ultimamente, especialmente de nosotras mismas. Ayer eran carcajadas, estamos locas, se perdió esta cosecha, demasiadas emociones adolescentes. Estoy inquieta y tu también. Te cuento que tengo que sacarle fotos al Cerro, me las pide alguien que dice que el cerro tiene no se cuantos tonos de verde, es alguien que se acuerda de esos verdes, los extraña. Quiero tomar las fotos y me declaro incapaz, siempre me pasa lo mismo con las fotos. Me dices que las tome de una vez, busco la cámara. El cielo se cae todos los días en Caracas, todos los días el diluvio, me pregunto que tanto hay para llorar (¿me lo pregunto?). Abro las ventanas me pongo de rodillas en el sofá y empiezo. Lo primero que te digo es que si te has dado cuenta de la maravilla de montaña que tenemos, está como acostada, en reposo, llena de nubes por encima, nubes blancas. Está oscura, casi azul. Me ves mientras hago lo que hago. Es bueno fotografiar cosas en vez de gente (de vez en cuando). Respondes que si sabes lo bella que es, a pesar de verla a cada minuto, que queda poco más que ver en esta locura que hay aquí. Tomo varias, salen bien. Tengo suerte de vivir tan cerca. No voy a estar mucho tiempo aquí. Eso también es suerte. Ya veré al Avila desde otro ángulo, supongo, o no la veré más y te pediré que le tomes fotos, te diré que tiene 1000 tonos de verde, que me acuerdo, que la extraño (es bueno extrañar cosas en vez de gente, de vez en cuando).
Hay un lugar hay mar y una iglesia vieja fuerte hay un hombre solo el abrazo suspendido los poemas probables y los libros susurrados y los perros el gusto y hay frío (que se siente en la piel...no por dentro).
En ti encima de ti en uno de tus cráteres bien adentro escondida aislada en tu silencio lejos en tu calma rotunda en tu aridez en tu luz prestada con tu enorme cielo vacío... allí quise estar ayer porque tuve miedo porque estuve cansada.
Y es ahí en ese instante donde nada te alcanza cuando te sientes hambriento cuando se te escurre la desesperación por el cuello en forma de gotas calientes y todo se te nubla y las cosas suceden y la boca se te llena de sabores y no paras de hablar para luego callarte de golpe y las pupilas se abren y la piel baila y las montañas tiemblan... es allí cuando empieza tu risa divertida.
Vamos vuelvo transito observas nos derretimos sumerjo mi lengua en el foie gras sueñas empieza la lluvia me transporto reímos luego sentimos y de vuelta a sonreír incrédulos y continúo y me maravillo y olemos nubes.